¿ES LO MISMO PSICOSIS QUE LOCURA?

En la nosografía psiquiátrica los diagnósticos tienen que ver con la fenomenología. Cuando encontramos alucinaciones o delirios, pensamos que estamos ante una psicosis, y probablemente es así. Pero el psicoanálisis no apunta a los fenómenos observables sino a la estructura, que se escucha en lo que el paciente dice, de modo que podemos pensar que una persona tiene una estructura psicótica a pesar de que no se encuentren las manifestaciones típicas de la psicosis, y viceversa.

En todo caso, no siempre la psicosis está desencadenada. Muy a menudo nos vamos a encontrar con manifestaciones discretas de la psicosis. Es decir, que hay personas que por su estructura podríamos llamar psicóticas que no necesariamente van a llegar a sufrir un brote psicótico. Estas personas han encontrado un modo de estabilización de su estructura. Los modos en que una persona puede estabilizarse son muy variados. Puede tratarse de una pareja, de un trabajo con características especiales para esa persona, de un gusto por el arte, la escritura o determinada afición particular. Algunos modos de estabilización son paradójicos, por ejemplo una adicción a las drogas o al alcohol, una anorexia o bulimia, unos rituales obsesivos, pueden tener esa función… La estabilización puede venir por muchas vías, más o menos exitosas. Lo importante a subrayar aquí es la diferencia de perspectiva que aporta el psicoanálisis con respecto al síntoma, que es siempre algo a escuchar antes que a eliminar.

Cuando la psicosis se desencadena abiertamente hablamos de la locura. En realidad, el criterio más propio para localizar la locura en una persona es la certeza, una determinada relación con la verdad donde el sujeto está convencido de que las cosas son como él dice. El psicótico se toma todo como dirigido a él, es lo que llamamos autorreferencia, y además está seguro que todo tiene una explicación y que los demás no entienden nada. Esto en el mejor de los casos, es decir, cuando la persona ha podido encontrar una explicación delirante a un cierto vacío de significación que está en el núcleo de la locura. El primer momento de un desencadenamiento psicótico es la perplejidad, encontrarse con una experiencia inefable, un no saber qué quiere decir esto, a la vez que la persona está convencida de que ese algo que no se sabe qué quiere decir, le concierne íntimamente. Es en un segundo momento donde la persona puede reaccionar ante eso con una idea de que el otro quiere hacerle daño, que lo espía y lo persigue, lo quiere envenenar, o que los extraterrestres le envían señales, que está llamado a una misión redentora, que ha recibido una revelación divina etc…

La locura es una experiencia que se caracteriza por una gran intensidad y por una soledad radical. Es una experiencia que solo le concierne al sujeto en cuestión, que no puede ser compartida. Es por eso también que hablamos de desencadenamiento, porque se produce una ruptura de la cadena significante, de la cadena del lenguaje que nos permite ubicarnos en una red de significados más o menos compartidos con los demás.

La locura puede ser experimentada como sufrimiento, pero también como una plenitud que no siempre se desea abandonar. La experiencia megalómana de ser uno como no hay otro en el mundo, de ser el único depositario de una revelación, de gozar de un amor como no hay otro, es algo a lo que cuesta renunciar. Digo esto para ir anticipando algo que es también la particular forma del psicoanálisis de abordar la psicosis, a partir de la implicación y la responsabilidad del sujeto. Cómo se aborda la psicosis es una cuestión que es, ante todo, ideológica. La podemos tomar del lado proteccionista de los cuidados, que es muy importante, pero desde el psicoanálisis la vamos a tomar también desde el ocupar un lugar que al psicótico le ayude a hacer el trabajo de restablecerse, que es un trabajo que va a hacer él y donde lo que tenemos que buscar es la mejor forma de acompañarlo en ese trabajo.

Cuando hablamos de psicosis el criterio de gravedad no nos sirve para establecer un diagnóstico, porque hay personas psicóticas muy trastornadas y otras muy poco trastornadas, dependiendo de la estabilización que hayan encontrado. Es un abanico muy amplio, y hay psicóticos mucho más estables y adaptados que muchos neuróticos. Entonces, para el psicoanálisis no es lo mismo psicosis que locura.

¿Cuál es la etiología de la psicosis?

Está muy extendida la creencia de que la causa de la esquizofrenia, la paranoia etc. es un trastorno en el cerebro, un asunto de neurotransmisores o de un problema genético que se hereda. Los medios de comunicación se hacen eco de esto continuamente. Hay que decir claramente que aquí estamos en el terreno de la especulación pura y dura, y que no hay datos que avalen esta hipótesis. La causalidad orgánica de los malestares psíquicos es una de las cuestiones que más controversia genera porque la ciencia, que es una de las claves que organizan este momento del pensamiento y de la civilización, querría adueñarse de esta parte central de la experiencia humana que es la locura y convertirla en un trastorno a medicar, sin relación ninguna con la subjetividad y la responsabilidad personal. Sin embargo, el hecho es que no hay ninguna prueba hasta ahora de la causalidad orgánica de la psicosis ni de otras manifestaciones de sufrimiento psíquico. Lo cual, dicho sea de paso, en realidad es un alivio. Puede parecer que el alivio es saber que esto no tiene nada que ver conmigo y se cura con una pastilla, pero lo cierto es que finalmente creer eso nos deja mucho más inermes frente a lo que es una experiencia que se sitúa en el corazón de la vida de una persona.

Para el psicoanálisis, desde Freud, el delirio es un intento de curación, un intento de volver a encontrar un equilibrio. Freud fue el primero en plantear la psicosis por fuera de la causalidad orgánica. Intentó localizar un mecanismo que diera cuenta de la fenomenología psicótica a diferencia del mecanismo de los síntomas neuróticos. Freud lanzó la hipótesis del inconsciente: en la neurosis, el sujeto se defiende de determinadas representaciones intolerables para sus ideales con el mecanismo de la represión. Lo reprimido no desaparece, sino que aparece distorsionado, metaforizado en las formaciones del inconsciente: los sueños, los lapsus y los síntomas (dolores corporales y problemas somáticos, actos obsesivos inmotivados, manías etc…) o bien da lugar a angustia e inhibiciones varias.

En la psicosis, el contenido rechazado no es transformado como en la neurosis, sino que es rechazado de forma mucho más radical, y termina retornando al sujeto desde el exterior, en forma de alucinación. Freud no consideraba aplicable el método psicoanalítico a la psicosis.

Va a ser Jacques Lacan quien aborde la psicosis desde el psicoanálisis y le dé una dimensión distinta. Lacan va a decir que lo que desencadena la locura es el encuentro con algo que va a “activar” una falla en la constitución de la estructura psíquica de la persona. O sea, que hay un elemento que falta en la estructura y se añade lo que Lacan llama una coyuntura dramática en la vida de una persona, una determinada situación en la que se precisa de ese elemento que falta en la estructura para darle una significación, y entonces la persona se puede desestabilizar. Pueden ser situaciones del tipo ser padre o madre, o el primer encuentro sexual, o una situación en la que hay que ocupar un lugar simbólico o hacerse cargo de una responsabilidad, o la muerte de alguien muy importante para el sujeto, un encontronazo con un superior o la caída de un ideal en el que la persona se sostenía…

Lo interesante de este enfoque es que el acento está puesto en la idea de desestabilización, que es muy diferente que tomarlo como un déficit orgánico. Si se trata de una desestabilización quiere decir que la persona puede encontrar una nueva estabilización. Y a eso se va a dedicar el trabajo terapéutico, a encontrar el modo de que esa persona, que se ha encontrado con algo que excedía sus recursos simbólicos, pueda encontrar algo que lo equilibre de nuevo. Esto es lo que nos va a interesar, no mirarlo tanto desde el lado del déficit, sino de las invenciones que hacen las personas para poder arreglárselas con la vida. Y digo invenciones porque hay algo de la psicosis que está del lado de la creación. Al estar como un poco por fuera de los discursos comunes, tienen una cercanía con la creación y la invención mucho mayor que la de los neuróticos.

Para el psicoanálisis el delirio es un intento de curación, de restaurar las relaciones con el otro y con un sentido de la vida. El psicótico empieza a delirar como modo de encontrar una explicación a lo que experimenta como un sinsentido radical, como una experiencia de extrañeza que lo deja sin ninguna significación en la que sostenerse. El delirio es una defensa frente al agujero en el que la persona se ha encontrado enfrentado a una determinada situación. O sea que es una defensa ante algo mucho peor que delirar. ¿Hay que dejar al loco delirar sin más? Depende. Hay delirios muy productivos o delirios acotados que le sirven al sujeto para reducir su problemática y le dejan el resto libre para poder maniobrar, pero hay también delirios muy destructivos e incapacitantes de los que habrá que ayudarlo a salir y construir algo mejor.

El psicoanálisis, frente a la nosografía psiquiátrica, sostiene la tesis de una psicosis única: es decir, la estructura es la misma en todas las formas de psicosis. Los distintos polos de la psicosis, paranoia, esquizofrenia y melancolía/manía son distintos modos de posicionarse frente al agujero de la psicosis. Y frecuentemente las personas psicóticas pasan por varios o todos ellos. Alguien puede ser esquizofrénico, se le imponen ciertas palabras y experimenta fenómenos bizarros en el cuerpo, pero también en otro momento esa misma persona puede sentir que lo persiguen para matarlo, tener una caída melancólica y no poder levantarse de la cama o sufrir una crisis maníaca y gastarse todo su dinero en algo totalmente descabellado.

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