EL PSICOANÁLISIS NO ES UNA PSICOTERAPIA COMO LAS DEMÁS

El ser humano actual se encuentra extraordinariamente perdido y desorientado respecto a sus malestares. Si en la búsqueda de orientación la religión jugó su papel durante siglos, hace tiempo que fue relevada por la ciencia, que si bien ha logrado prodigios maravillosos en muchos campos, en lo tocante a la psique ha resultado en una reducción del hombre a su cerebro, hormonas, neurotransmisores etc. ,lo que lo deja en la más absoluta oscuridad, ignorando que la morada de los seres hablantes no es su cerebro, soporte necesario, sino el lenguaje, las palabras con las que organizamos nuestro pensamiento y nuestra vida.

El psicoanálisis es un modo muy eficaz de tratar la angustia y los síntomas de todo tipo, incluidos los más graves. Su eficacia se sostiene en la ganancia de libertad que supone separarse de aquello en lo que uno está enredado sin saberlo y que le impide disfrutar de la vida y desplegar sus potencialidades.

Abundan los clichés que dicen que el psicoanálisis está anticuado, que es una terapia que no se termina nunca, que es para gente con mucho dinero o que no es aconsejable en casos de psicosis. Lo cierto es que el psicoanálisis está cada vez mas vivo y demandado y que para aquellos que recurren a un analista orientado por las enseñanzas de Lacan, se trata de una experiencia muy alejada de una práctica rígida. Un tratamiento orientado por el psicoanálisis puede durar mucho o limitarse a un tramo más corto de entrevistas para tratar una dificultad puntual, el coste de las sesiones no es únicamente una cuestión de mercado y la duración y formato de las sesiones no están fijadas de antemano sino que el analista debe saber hacer con lo que sucede sesión a sesión.

Por otra parte, el psicoanálisis modernizado por la enseñanza de Jacques Lacan puede ayudar mucho en los cuadros donde el cuerpo se expresa directamente (adicciones, anorexias, fibromialgias, etc.) o donde la psicosis está en juego, y en absoluto se trata de una experiencia hermética reservada a unos pocos sino que está abierto a todo el que quiera adquirir un saber sobre aquello que lo hace sufrir.

A diferencia de otras psicoterapias el psicoanálisis tiene la radicalidad subversiva de no buscar adaptar al paciente a la realidad, sino en todo caso ayudarlo a ser quien realmente es. La otra gran diferencia con otras psicoterapias es que el psicoanálisis se dirige a aquello que sostiene el síntoma, la causa, que es la raíz que alimenta la repetición del malestar. Aquello que nos hace volver una y otra vez a lo que nos incomoda sin poder evitarlo. Sin tocar ese núcleo, la repetición seguirá insistiendo de algún modo. Esa raíz pulsional, es decir, la cara de satisfacción paradójica que hace que el síntoma no se abandone tan fácilmente, es singular en cada uno. En cada uno la forma en que uno se engancha al sufrimiento que no es capaz de abandonar es diferente. Es decir, que un mismo síntoma en dos personas puede responder a lógicas muy diferentes.

Es precisamente de su énfasis en la singularidad que el psicoanálisis extrae su potencia para tratar todo tipo de síntomas y particularmente los llamados síntomas contemporáneos: ese adolescente desorientado que no puede estudiar o que tiene conductas violentas o incomprensibles, la joven anoréxica que además se hace cortes en el cuerpo, ese niño que no termina de aprender a hablar o tiene demasiadas enfermedades sin razón médica aparente. El psicoanálisis es también para la persona que sufre porque siempre se encuentra fuera de lugar en sus relaciones personales, o para quien considera que todo está bien en su vida pero sin causa aparente se siente angustiado, o para quien sufre porque depende demasiado de su pareja, o aquel que tiene pensamientos que lo atormentan, la lista es larga…

¿Por qué una persona puede plantearse ir a un psicoanalista? Porque le pasa algo que le hace sufrir, a lo cual se añade una cierta idea de que eso que le pasa tiene que ver consigo mismo, no es algo que le cae encima como una enfermedad orgánica, tiene que ver con su subjetividad. Es decir, tiene lo que llamamos un síntoma, que es un concepto central del psicoanálisis.

La idea que el discurso del psicoanálisis tiene de lo que es un síntoma se aleja de de la medicina y la psiquiatría, ya que el psicoanálisis no considera el síntoma sólo como un problema, sino que lo toma también como una cierta solución que en algún momento puede dejar de ser útil porque tiene más problemas que beneficios.

En la definición clásica de Freud los síntomas son actos nocivos o inútiles que el sujeto realiza contra su voluntad, experimentando sufrimiento y que agotan su energía psíquica y algunas veces lo incapacitan para realizar otras actividades. Freud descubrió que los síntomas que hacían sufrir a sus pacientes impidiéndoles alcanzar sus objetivos en la vida tenían un sentido inconsciente que el sujeto ignoraba, y cuya restitución podía permitir el levantamiento del síntoma. Habría una verdad reprimida cuyo retorno aparecía en el síntoma. En un segundo momento de su teoría, Freud va a descubrir algo aún más asombroso, y es que en el síntoma no solo hay un sentido oculto, sino también una satisfacción que no puede ser sentida como tal, algo se satisface en los síntomas, que hace que su eliminación sea más difícil de lo que podríamos suponer.

Desarrollar en todas sus consecuencias esta idea es una de las novedades que va a introducir el psicoanalista francés Jacques Lacan, el más importante renovador de la teoría freudiana. La idea de que el síntoma no es una disfunción sino que es mas bien un funcionamiento es extraña a la mayoría de las terapias. Lo que el psicoanálisis orientado por Lacan muestra es que el síntoma no se puede atacar de manera directa porque tiene una función en la subjetividad y es preciso encontrar otro modo de arreglárselas con el conflicto interno que lo sostiene. El odio al síntoma, el empeño en eliminarlo a toda costa, que es lo que encontramos hoy en nuestra civilización de forma cada vez más dura, ocasiona una cronificación e incluso un recrudecimiento de los síntomas.

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