¿QUE ES LO TRAUMÁTICO EN PSICOANÁLISIS?

El psicoanálisis permite pensar por qué lo que es traumático para una persona no necesariamente lo es para otra, o porqué un acontecimiento aparentemente banal puede tomar valor de trauma, o por qué una vivencia traumática deja huellas tan duraderas y porqué se repite algo que resultó doloroso. La respuesta la da la noción de inconsciente.

Freud siempre mantuvo que había un origen traumático de las neurosis y que en los síntomas estaba la huella de lo ignorado del trauma. Haremos un breve recorrido por la teorización freudiana, para llegar a la forma en que lo piensa Lacan, que conceptualiza el trauma como estructural en el ser hablante a causa de la incapacidad del lenguaje para dar cuenta de cierta dimensión de lo humano. La experiencia de un psicoanálisis permite localizar ciertos momentos en que las palabras no fueron suficientes para decir lo vivido.

Un ejemplo muy claro de la insuficiencia de lo simbólico es la inexistencia de una palabra para nombrar la pérdida de un hijo. Si un hijo pierde a sus padres es un huérfano, pero ¿que es un padre o una madre que pierden a su hijo? El trauma es algo de este orden, de la ausencia de palabras, de un exceso de energía que no encuentra una vía de descarga a través del pensamiento y la palabra y se experimenta como un afecto en el cuerpo. Ese afecto en el cuerpo sin palabras llama a una repetición mediada por la respuesta que el sujeto dio a esa primera experiencia sin palabras.

Una viñeta clínica para ilustrar esto, del testimonio del psicoanalista Santiago Castellanos: un niño de 7 años encuentra a su padre borracho tirado en la calle. No sabe si está vivo o muerto. Su cuerpo experimenta una especie de sacudida. Podría haberse ido corriendo, haber pedido ayuda, muchas cosas. Lo que hace es levantar al padre y llevarlo a casa. Más adelante ese niño se hará medico, y podrá desentrañar en su análisis la lógica que lo llevó a elegir esa profesión: curar al padre. Además sufrirá de síntomas en el amor en los que podrá reconocer una dinámica que se enuncia como “hacerse admirar-hacerse caer”, donde encontrará una identificación primaria al padre caído y a la compulsión de caer y levantarse una y otra vez.

El trauma es universal, pero es un acontecimiento singular para cada uno. Una misma experiencia puede ser vivida como traumática por una persona y no por otra. No hay el trauma “per se”. La condición para que algo sea traumático es que en el momento en que se vivió no pudiera ser simbolizado. En ese sentido es paradigmático el trauma relatado por la psicoanalista Graciela Brodsky, donde ella pudo llegar a localizar en los orígenes de una infancia feliz como hija única muy amada por sus padres, lo que constituyó un momento inaugural de una cierta repetición que se daba en su vida. Sus padres vuelven con ella de una fiesta, armando mucha bulla, con risas, canciones, gritos, la balancean entre los dos y en determinado momento la suben encima de un armario y desde abajo le hacen bromas, risas, ruido… Ella rompe a llorar y toda la cosa festiva cae, los padres la bajan, tratan de calmarla, ella llora desconsolada… Ella había podido localizar una fórmula fantasmática que guiaba su vida “soy la que le arruina la fiesta al otro”, era su modo de estar en la vida. Eso le producía síntomas que la molestaban. En determinado momento le ocurre que experimenta un intenso malestar al ver a su analista en una fiesta bailando y esto le hace preguntarse y finalmente llega a este recuerdo banal, donde puede localizar su malestar ante la alegría de los padres al venir de la fiesta, que para la niña muy pequeña que era en aquel momento era una algarabía sin sentido que no podía entender. Es un ejemplo de trauma diferente de lo que se suele entender por lo traumático.

Lo interesante en un análisis es localizar, no solo el trauma, lo que hizo agujero, sino la respuesta del sujeto al agujero de lo traumático, y ahí situaremos conceptos centrales para comprender porqué los seres humanos nos vemos a veces abocados a repetir una y otra vez situaciones que nos hacen sufrir. Porque en realidad, los seres humanos no dejamos de hacer a lo largo de nuestra vida un tratamiento de ese agujero negro que es el trauma, ese momento en que las no hubo palabras sino solo una experiencia que dejó una marca fundamental.

El trauma en Freud

Freud comienza a escuchar a sus pacientes histéricas y desarrolla su teoría de que detrás de los síntomas hay un trauma sexual, una escena en la que un adulto ha ejercido una seducción sexual en algún momento de la infancia del sujeto: es su teoría de la seducción, que expone en sus “Estudios sobre la histeria”. Freud deduce esto porque sus pacientes siempre le relataban algún tipo de escenas de este tipo. Algún tiempo después, en la carta 59 a Fliess le dirá “ya no creo en mis histéricas” y empieza a darse cuenta de que no se trata tanto de escenas que hayan ocurrido en la realidad sino que se trataba de fantasías o fantasmas, como se llama en psicoanálisis a ciertas fantasías recurrentes que tienen un papel central en la vida de una persona.  Pasa entonces a la teoría del fantasma.

El hecho es que Freud no deja de darles importancia porque no hayan ocurrido en la realidad y va a seguir interrogándose sobre el papel de estas fantasías sexuales en la génesis de los síntomas. En todo caso Freud va a mantener la idea de que la sexualidad entra como un “cuerpo extraño” en la infancia y produce una especie de ruptura, un agujero en la existencia. Él lo atribuía a la fuerte represión de lo sexual que se daba en la época en que él hacía sus investigaciones. Lacan va a dar una interpretación distinta al carácter traumático de la sexualidad. Va a decir que hay un agujero en lo simbólico para decir lo sexual en el ser hablante, su famoso aforismo “No hay relación sexual”, no hay nada en el instinto que nos diga cómo abordar la cuestión de la sexuación.

En 1894, en “Las neuropsicosis de defensa”, Freud habla de que en la génesis de los síntomas, tanto neuróticos como psicóticos, lo que hay es una representación intolerable para el Yo, que va a producir un síntoma para defenderse. Tenemos aquí el mecanismo de la génesis de los síntomas.La conciencia quedará disociada, y los contenidos traumáticos separados de la conciencia, pero no por ello eliminados. En las psiconeurosis el paciente no quiere saber nada de la representación sexual intolerable y la considerará como no sucedida, de forma que el exceso de excitación será desplazado al cuerpo en el caso de la histeria y en el caso de la neurosis obsesiva quedará fijado a representaciones e ideaciones obsesivas. Aquí ya vamos a tener una primera cuestión fundamental para el modo en que el psicoanálisis piensa la cuestión de lo traumático: entre el trauma y el efecto, digamos las secuelas, está la respuesta del sujeto. No todos los sujetos responden de la misma manera a un mismo acontecimiento traumático. Lo que está entre una cosa y otra es el inconsciente, que es la lectura que cada uno hace y la respuesta que da para defenderse del trauma.

En el “Proyecto de psicología para neurólogos” (1985) Freud analiza el caso Emma y elabora su teoría del après coup: el trauma se produce en la pubertad cuando el acontecimiento que en principio es vivido como sin sentido es interpretado como sexual. Relato brevemente el caso, que está en la segunda parte, en el apartado 4 de psicopatología de la histeria. El caso es el de Emma, una mujer que sufre el síntoma de que no puede entrar sola en una tienda y lo relaciona con que a los 12 años entró en una tienda y vio a los dos dependiente riéndose entre ellos. Ella escapa corriendo, dice que cree que se reían de sus vestido y aclara que uno de ellos le gustó. La explicación parece absurda. Freud prosigue su investigación y encuentra un recuerdo de los 8 años, cuando fue dos veces a una pastelería. La primera vez el pastelero, con una mueca sardónica, le tocó los genitales a través del vestido, a pesar de  cual ella volvió una segunda vez.

Freud explica el proceso por el cual, el primer episodio no había sido traumático, solo al llegar la pubertad, al entrar en la tienda y sentirse atraída  por uno de los dependientes, se produce una descarga sexual que resignifica por après coupel primer episodio como un episodio sexual, lo que no había sido significado así a los 8 años, quedando ambos asociados por el vestido, los dependientes, la risa etc. Es decir, solo posteriormente el recuerdo primero se convierte en un trauma, al adquirir significación sexual. El traumatismo se refiere a una satisfacción que el sujeto no puede reconocer como placentera y no reconoce como propia. Hay un no querer saber de eso que le da el carácter traumático. La verdad negada retorna como síntoma: la angustia y la fobia son barreras frente a lo inadmisible para el yo.

Este mecanismo de resignificación a posteriori es lo que hace que a menudo los niños que sufren un abuso sexual en la primera infancia puedan no haberlo vivido como traumático, incluso es frecuente que hayan buscado a otra persona para repetirlo y eso hace que se descubra. Se busca repetirlo porque se produce una fijación pulsional. Pero no se vive como traumático hasta que ese goce se resignifica como sexual una vez llegada la pubertad. El trauma, entonces, se da en dos tiempos.

Después, el 1919  Freud se va a escribir sobre las neurosis de guerra,donde la situación traumática no es sexual sino que está en riesgo la vida del sujeto y parece producirse una tendencia a repetir la escena traumática especialmente en las pesadillas recurrentes.

Estas experiencias, que parecen contradecir su teoría del principio del placer, van a dar lugar a la teorización de Freud de una pulsión de muerte que luego formalizará en 1920 en Más allá del principio del placer. Freud encuentra que en el ser humano hay algo que no va hacia su bien, hacia el placer, sino que hay tendencias destructivas en pugna con las tendencias más vitales, que se manifiestan en la tendencia a repetir lo más doloroso para el sujeto. Es esta compulsión a la repetición la que daría cuenta de la tendencia humana a reencontrarse una y otra vez con la misma piedra  (elegir partenaires maltratadores o abandónicos, fracasar profesionalmente una y otra vez etc).

Freud va a promover un mecanismo único en relación al trauma, sea cual sea su origen. En “La fijación al trauma. Lo inconsciente”( Lección 18 de lecciones introductorias al psicoanálisis) dirá:  “la expresión «traumática» la aplicamos a una vivencia que en un breve lapso provoca en la vida anímica un exceso tal en la intensidad de estímulo que su tramitación por las vías habituales y normales fracasa, de donde por fuerza resultan trastornos duraderos para la economía energética.”

El trauma en Lacan

Lacan va a avanzar sobre todo esto diciendo que los problemas en el ser humano vienen del hecho de que somos seres de lenguaje. La entrada en el lenguaje supone la pérdida del instinto y por tanto de las respuestas claras sobre cómo arreglárnoslas con el cuerpo y la sexualidad. Tenemos entonces que arreglárnoslas con el lenguaje, con el inconveniente de que hay un problema de estructura: no todo puede ser dicho. Hay ciertas experiencias que encuentran una dificultad para ser simbolizadas y que constituyen los grandes problemas del ser humano: la sexualidad, cómo ser una mujer o un hombre, la muerte, la filiación…

El trauma es lo que no puede ser simbolizado. Hay trauma porque no hay palabras para decir una determinada experiencia en el cuerpo por su elevada intensidad o porque sucede en un momento en que el sujeto no cuenta con los recursos para tramitarla. Sin embargo, la teoría del trauma en Lacan no se limita a hacer de este una contingencia que puede suceder o no. Ni mucho menos se limita a acontecimientos que puedan llamarse traumáticos en sentido general. El trauma para Lacan no está causado por un hecho traumático en si, sino por la ausencia de un saber para metabolizarlo.

En toda experiencia humana hay un momento en que determinada experiencia no alcanza a ser pasada por el lenguaje, no hay palabras que puedan nombrarla y  se produce una marca de  intensidad que toca el cuerpo y queda como fijación. Pero la fijación sola no es la causa de la neurosis. Se requiere que intervenga la represión sobre esa causa. Esta es la matriz de la formación de los síntomas. El traumatismo significa que hay un hecho que no se integra, un hecho sin sentido, que queda fijado y a la vez reprimido. Luego un dicho que puede ser cualquiera se une a esa marca y desde ahí cobra un sentido: o sea, hecho, dicho y sentido. Esa marca de ahí en adelante llama a una repetición del acontecimiento traumático transformado por el dicho que se le ha asociado como un complemento de sentido.

Una viñeta del testimonio del psicoanalista Mauricio Tarrab: en una primera experiencia infantil, el sujeto en la escuela pasa por un lugar oscuro bajo una escalera en el que sucede algo de naturaleza sexual que queda reprimido. El niño sale excitado del lugar, sube corriendo la escalera y al llegar arriba tiene un desmayo. Lo esencial del recuerdo es que la madre dirá luego que eso fue “un soplo al corazón”, expresión que el niño, muy pequeño, no comprende. Esa palabra es la que traumatiza al niño anudando el sexo con la muerte. La palabra materna toca el cuerpo marcando un destino para cualquier exceso, agitación o esfuerzo. Queda una huella de vulnerabilidad en el cuerpo. El sujeto “se ahoga” con las dificultades de la vida. Otro recuerdo desconectado de este primero viene en el análisis: el padre en su infancia había estado a punto de morir por una enfermedad pulmonar y para recuperar el uso de sus pulmones debía inflar con su soplido la cámara de una pelota de fútbol. El sujeto se recuerda de niño vigilando la respiración del padre mientras este dormía la siesta. Jugaba a igualar su respiración con la del padre, vigilando que esta no se interrrumpiera. Se encuentra entonces el programa inconsciente que guía su vida de “ser el soplo que alienta al Otro” como fórmula fantasmática, que encubría un circuito pulsional: retener al Otro exigiendo de él su sufrimiento, su falta. El ideal altruista de ser el que cuida al otro encuentra su reverso pulsional: no es que el otro se derrumba y requiere aliento sino que se retiene al otro para que ocupe ese lugar al que es convocado.

Cuando una persona viene y se queja de que lo que le pasa es culpa de sus padres, en cierta forma está en lo cierto y en cierta forma no. Los padres son siempre traumáticos porque ellos son los que lo introdujeron en la vida y en el lenguaje, y es en el encuentro de esas dos cosas que el trauma se produjo inevitablemente. El psicoanálisis se interesa por la infancia, no como la historia del sujeto, sus avatares biográficos, sino en términos lógicos: se trata de buscar en qué momento de la vida al sujeto se le planteó un conflicto al que no encontró otra salida que la de la neurosis, que el refugio en un síntoma.

 Ciertas cuestiones sobre la relación entre los padres, o sobre los sentimientos del padre o la madre hacia uno, el lugar uno que tenía en la familia, la tristeza o el odio de una madre, la tendencia autodestructiva de un padre, los propios sentimientos hacia un hermano…Todo eso puede constituirse en traumático… o no, dependiendo de la significación que se le da, de los dichos escuchados a menudo sin relación alguna con el hecho, donde el inconsciente liga hecho, afecto y dicho y hace su trabajo de producir sentido.

En la vida de cada cual hay algo que no pudo ser atrapado con las coordenadas simbólicas. El trauma es la experiencia humana del desamparo primitivo, que no es el del trauma del nacimiento, como algunos psicoanalistas pensaron, sino el hecho de que el lenguaje no alcanza para decirlo todo, esa es la experiencia inaugural del desamparo humano. Entonces el sujeto se defiende de eso, lo trata, en el mejor de los casos (si eso fracasa estamos en el campo de la psicosis) con la represión y dándole una significación que tomará el valor de un fantasma,una fórmula fundamental que guiará la vida del sujeto y organizará su modo de satisfacción paradójica que llamamos goce. El síntoma es la parte molesta de esto, que interfiere con su vida, donde está la dimensión donde con eso el sujeto se defiende del sinsentido del trauma y a la vez se satisface. Lo que Lacan deduce es que hay algo excesivo en el goce que obliga siempre al sujeto a defendersedel goce que busca.

En el psicoanálisis orientado por Lacan defendemos la función del síntoma, como defensa frente a algo que el sujeto no pudo hacer entrar en lo simbólico. El trabajo del análisis es reconstruir la necesidad de ese síntoma: por qué y para qué surgió. El psicoanálisis lacaniano pone siempre el acento en la responsabilidad por los propios síntomas. No se trata de culpabilizar al sujeto, pero si de encontrar el punto en donde eso que a uno le pasa uno lo puede situar como una forma propia de hacer con las cosas de la vida. Lo más íntimo, finalemente, es una posición tomada para responder a una encrucijada vital, a un hecho ocurrido, unas palabras escuchadas, una contingencia, en definitiva, en la que uno se encontró sin palabras. Pero ese agujero no podemos llegar a conocerlo, podemos conocer qué respuesta dio el sujeto. Y de eso cada uno tiene que hacerse cargo, para no quedar fijado eternamente en la posición de la víctima.

El sujeto realmente es víctima de su inconsciente y de su propio goce. Lo traumático es el hecho de que el cuerpo «goza» en el acontecimiento traumático. De hecho, podemos decir que no hay trauma si no hay experiencia de satisfacción (en el sentido de una satisfacción paradójica que no puede ser sentida como tal, se experimenta como dolor, como forzamiento…). Lo traumático no es necesariamente ser una víctima pasiva, sino que se experimenta algo en el cuerpo con gran intensidad y deja una huella, que llama a una respuesta que incluye la repetición, que es un engranaje entre el agujero(real) y la respuesta (simbólico-imaginario). Sobre eso se puede montar todo el sentido de una vida si se transforma lo que realmente fue un encuentro contingente en un destino funesto.

 

 

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