El tratamiento psicoanalítico para la depresión
Bajo la orientación que proporciona el psicoanálisis la depresión no es tratada como una entidad clínica estándar igual para todos. El término depresión es un concepto vago que alude a realidades muy diferentes, y la orientación en una psicoterapia psicoanalítica será siempre escuchar caso por caso para encontrar las claves y los resortes que pueden ayudar a encontrar una salida.
Incluso en pacientes diagnosticados de depresión crónica o depresión severa y tratados farmacológicamente durante mucho tiempo, una terapia orientada por el psicoanálisis puede ser de ayuda y, de hecho, en muchos de los casos que se presentan como depresión grave el psicoanálisis tiene un efecto particularmente rápido y eficaz.
La depresión es un afecto al que los seres humanos estamos de algún modo “predispuestos” por estructura: en los seres hablantes hay siempre un anhelo de “algo más”, algo que hace que la satisfacción plena se nos escape permanentemente empujándonos a veces a la tristeza, el hastío o el cansancio de vivir. Por otra parte, nuestra capacidad simbólica nos permite, a diferencia de lo que sucede con los animales, conocer nuestra finitud, la certeza de la muerte. El psicoanálisis nos muestra que el sentimiento íntimo de desamparo es el trauma universal con el que se inaugura la vida del ser humano debido a que tenemos una gran dependencia de los cuidados del otro para sobrevivir durante mucho tiempo. La pregunta, entonces, podría ser, ¿por qué no estamos todos deprimidos, arrojados como estamos al mundo sin un sentido definido para nuestra vida?
Vamos a tratar de responder de algún modo en este artículo, pero vaya por delante esta afirmación: la depresión es un afecto que se experimenta cuando se rechaza el saber más íntimo sobre cada uno. Quien puede reconocerse en un malestar íntimo y e interrogarse sobre él, no se deprime tan fácilmente. Sin embargo, vivimos en una época que exige respuestas rápidas pero detesta hacerse las preguntas, y esta es la época en que la depresión parece haberse convertido en una epidemia.
La depresión como síntoma contemporáneo
Un breve apunte que debería hacernos pensar: Las cifras epidemiológicas de la la OMS señalan que la depresión es la principal causa de discapacidad en el mundo, siendo en España del 4% el porcentaje de la población diagnosticada de este trastorno, lo que arrojaría una cifra de cerca de 2 millones de afectados, sólo en nuestro país.
La depresión parece ser la enfermedad por excelencia de nuestros tiempos hipermodernos y podemos preguntarnos por qué. Hasta hace algunas décadas la mayor parte de la gente se conformaba con sobrevivir o bien con “ser normal” y seguir unos planes para su vida trazados incluso antes de su llegada al mundo. La idea de ser feliz no hace tanto habría sido considerada una extravagancia. En el mundo contemporáneo, sin embargo, la felicidad se ha convertido en un objetivo obligatorio para cada cual y lo raro es encontrarse a alguien que no se pregunte si es feliz o no. Este imperativo de felicidad tiene el reverso de la depresión generalizada, ya que, a poco que uno evalúe su vida en referencia a los estándares que el discurso social establece, y que acabamos internalizando, encontrará una insuficiencia en sus logros personales de éxito y disfrute de la vida y puede sentirse culpable por ello.
Los síntomas de la depresión
De forma general hablamos de depresión cuando existe un afecto de tristeza excesiva unido a una pérdida de interés por el mundo exterior, dificultad para encontrar placer en las cosas en las que antes se lo hallaba y una disminución del sentimiento de vitalidad de la persona (“…no encuentro las ganas de hablar con nadie y cualquier pequeña acción me parece inútil, desmoralizante y agotadora…, solo pienso, para qué sirve nada…”). Todo esto puede darse en mayor o menor grado y puede aparecer acompañado de sentimientos de culpa o insuficiencia personal (“soy un desastre, toda mi vida es un fracaso”). Ideas oscuras sobre el presente o el porvenir o incluso pensamientos de suicidio son también posibles, así como síntomas cognitivos de enlentecimiento del pensamiento, dificultades de concentración o memoria. Son frecuentes los trastornos del sueño, el apetito o la libido.
En los casos más graves aparecen autorreproches, desvalorización y autodesprecio y una sensación desmesurada de culpa.
Las causas de la depresión
Para la psiquiatría de corte más biologicista la depresión tiene que ver con causas genéticas y alteraciones de neurotransmisores y hormonas. Cabría preguntarnos entonces si los tintes epidémicos que presenta la depresión en nuestros días se deben a que la bioquímica cerebral se ha descontrolado de una décadas acá. Las cuestiones biológicas tienen su lugar, pero desestiman las circunstancias y estilos de pensamiento de las personas. La depresión pensada desde el psicoanálisis tiene que ver más bien con un déficit de los poderes de la palabras en la época actual para orientarnos en cuanto a nuestro malestar íntimo.
Estamos en una sociedad que ama las respuestas pero rechaza las preguntas. El ser humano actual tiende a tomarse a si mismo como una máquina que no debe fallar nunca y trata de forma inhumana los disfuncionamientos inherentes a su cualidad de ser humano. La epidemia de depresión testimonia antes que nada de la tendencia actual a atribuir los dolores que nos aquejan a enfermedades orgánicas (genes responsables del alcoholismo, adicciones, depresión…, hipótesis, por cierto, jamás demostradas) desentendiéndonos del peso que nuestras coordenadas vitales y nuestra posición subjetiva tienen en nuestra vida.
Para el psicoanálisis la depresión no es una enfermedad biológicamente determinada sino un afecto que tiene que ver con las dificultades que una persona puede experimentar para engancharse al su propio deseo, es decir, al hilo que nos sostiene unidos al sentimiento íntimo de la vida, que es absolutamente singular en cada caso.
El deseo es un concepto fundamental en psicoanálisis, aunque difícil de definir, porque no tiene que ver con ningún objeto concreto, sino con una falta que opera como “causa”. Lo que causa nuestro deseo es un operador que es muy importante localizar porque es lo que nos da solidez y nos une al sentimiento de alegría por estar vivos. La escucha en una terapia psicoanalítica se dirige a localizar este operador fundamental. La depresión para el psicoanálisis es una patología del deseo como sostén del sentimiento de la vida.
A cada manifestación depresiva subyace una posición subjetiva (haber cedido en algo que era muy importante para la persona, aunque tal vez no era consciente de ello), un momento vital (la pérdida de un vínculo amoroso, un ideal que nos sostenía, etc.), o un estado (la depresión puede ser la manifestación desesperada de encontrarse frente a algo imposible de soportar). El afecto depresivo puede corresponder a un duelo por una pérdida, a un desmoronamiento narcisista, al terror ante una situación de desamparo o a otras coordenadas. A veces, en el origen de los estados depresivos graves hay un sentimiento primario de pérdida y/o la experiencia de un rechazo. En esos casos, la persona parece haber quedado congelada en la contemplación de su propia herida.
La terapia orientada por el psicoanálisis es el tratamiento más eficaz de los efectos depresivos derivados de la renuncia al deseo o de la experiencia de un rechazo primordial. Se trata de buscar la felicidad que es posible para cada persona. La clave está en dejarse de golpearse contra el muro de la impotencia y el dolor por lo que no podemos hacer.
Algunas veces, empezar a reconocer lo que no es posible permite abrir la puerta a hacer lo posible. Como dice la psicoanalista francesa Marie-Hélène Brousse, buscar siempre “un poquito más de satisfacción” puede llevarnos a perder el norte.
¿Se puede curar la depresión sin medicamentos?
Si bien el psicoanálisis ofrece una cura a través de la palabra, no se trata de renunciar necesariamente a la ayuda que los fármacos pueden prestar en ciertos momentos agudos de dificultad. Cuando el afecto depresivo gana la escena de manera masiva, el medicamento puede ser usado para atemperar el dolor y permitir que el trabajo continúe.
El uso del fármaco adquiere un sentido distinto cuando sabemos que paralelamente estamos tratando el malestar con la palabra, que permite dirigirnos a la raíz singular del dolor en cada persona. La medicación aparece así al servicio del tratamiento personalizado y no borrando al sujeto en su particularidad.
La terapia psicológica orientada por el psicoanálisis es útil para curar la depresión
Frente a los protocolos estándar de evaluación del humor que definen la depresión a partir del efecto de los antidepresivos privilegiando de este modo una causalidad orgánica igual para todos, el tratamiento psicoanalítico para la depresión es una terapia que se enfoca caso por caso, donde la singularidad del modo de enfocar la vida de cada persona es esencial.
El mejor antídoto contra la depresión es poder decir bien con las propias palabras cómo y en qué momento uno se alejó de aquello que lo mantenía íntimamente unido al sentimiento de la vida y se encontró inundado por el dolor de existir. A la hora de tratar la depresión no conviene ahorrarse las preguntas y alejarse de los propios porqués. La terapia psicoanalítica es un excelente recurso para abrir los interrogantes precisos que acerquen a cada uno al deseo de vivir, que no es lo mismo que la felicidad, sino algo mucho mejor.
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BEATRIZ GARCÍA
Psicóloga y Psicoanalista
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