Duelo

Los seres humanos nos vinculamos unos a otros porque estamos habitados por una falta fundamental. Toda persona a la que amamos ocupa ese vacío, iluminando nuestra imagen narcisística, la idea que tenemos de nosotros mismos. Cuando alguien que amamos muere, se lleva consigo una parte de nosotros y quedamos «ensombrecidos». Algo muy fuerte se resiste a dejar ir ese pedazo nuestro que se lleva el desaparecido. Además, a menudo la pérdida de un objeto de amor lo hace aún más precioso por el hecho de que se ha perdido.

No solo la muerte, también las rupturas amorosas, cualquier pérdida (de un ideal importante, de un empleo, la marcha de los hijos del hogar…), incluso la experiencia del envejecimiento y la caducidad del cuerpo, son motivo de dolor y exigen un trabajo de duelo para ser asumidas.

No hay una sola forma de hacer un duelo. Frente al desgarrón en la trama que sostiene nuestra existencia que supone una pérdida importante, cada persona toma una posición subjetiva y cada cual cuenta con recursos diferentes, de los que a menudo ni siquiera es consciente.

¿Por qué la pérdida produce a veces tanto dolor? La libido que nos vinculaba con el objeto perdido retorna sobre el propio ser produciendo angustia. En el lugar que ocupaba lo perdido aparece un vacío traumático. Se desarma la trama que nos sostenía y algo queda roto. Hay que volver a armar una escena del mundo vivible que integre la pérdida acontecida. Asumir la pérdida sin perderse uno mismo.

En todo duelo hay un pasaje inevitable por la experiencia de la pérdida que es similar al de la posición melancólica. La melancolía verdadera, en cambio, es la imposibilidad de hacer el duelo.

Un duelo subjetivado permite entristecerse y eso pacifica. Un duelo no asumido deja un saldo de eternización del sufrimiento e imposibilidad de volver a disfrutar de la vida. La muerte nos confronta siempre con la indefensión y eso puede llevarnos a la angustia. El duelo permite trasformar la angustia en dolor y construir una trama de palabras en torno a lo perdido, restablecer una historia y una escena del mundo que nos reenganche a lo vivo que habita en nosotros.

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