La adicción es el modo contemporáneo de relacionarse con los objetos. La cuestión no está en el objeto mismo sino en el exceso, en el sin límite. Se puede ser adicto a las compras, al sexo, al gimnasio, a las drogas, al alcohol, a la pornografía, a los programas de telerealidad, a los video juegos, a los medicamentos, al bisturí, a la comida o a no comer, es infinito.
A diferencia de otras épocas en que las personas sufrían por la represión de sus impulsos, hoy se sufre mucho de la angustia de una satisfacción que no encuentra un límite, se sufre del “exceso”.
Podemos intentar razonar sobre la falta de sentido profundo que ese tipo de consumo introduce en nuestras vidas, pero la satisfacción de la pulsión que estos objetos procuran no es algo que pueda ser modificado por un ejercicio de toma de conciencia o un adoctrinamiento ideológico. Se necesita un trabajo de otro tipo para encontrar un límite “personalizado” a la inercia acéfala de un goce que puede resultar ruinoso para la persona.