LAS PRIMERAS ENTREVISTAS CON UN PSICOANALISTA

Alguien llama a la consulta del analista porque algo lo hace sufrir. Lo que lo trae es un malestar y quizá la sospecha de una cierta repetición que no constituye aún un síntoma tal como lo concebimos en psicoanálisis. Las primeras entrevistas con un psicoanalista, lo que llamamos las entrevistas preliminares, son muy importantes para que lo que está aún en potencia vaya tomando cuerpo. Se trata de pasar de ser un paciente, como el paciente que va al médico a llevarle un síntoma para que lo cure, a ser un analizante, si es que esto es posible. O discernir si se trata de hacer otro tipo de trabajo, por ejemplo de apoyo en una coyuntura vital.

El inconsciente no está ahí de partida. Es necesario desplazar la posición inicial del sujeto, hacerlo responsable. Responsable viene de responder. Responder ante sí mismo es el verdadero pivote de la vía ética del psicoanálisis. A diferencia de lo que proponen otros enfoques, desde una visión psicoanalítica consideramos que hablar solo hace bien si uno se hace responsable de lo que dice, si se siente concernido y está dispuesto a poner de su parte para descifrar el enigma de su sufrimiento.

El psicoanalista Eric Laurent en Modos de entrada en análisis y sus consecuencias se pregunta cómo definir la entrada en análisis de un modo diferente al “cuéntame tu vida”, y dice que se entra en análisis cuando uno puede comprender que el síntoma del que se queja tiene que ver con una verdad propia que habla a través de este síntoma. Es un franqueamiento: aparece una nueva relación con la propia palabra. Se trata de escuchar que uno dice «algo que no sabía que estaba diciendo».

Lacan dirá en su texto La cosa freudiana que la fórmula general de la interpretación es la implicación de un sujeto, esto es, hacer que se ponga en juego la cuestión de la causa del malestar. Necesitamos poner en marcha esta máquina de interpretar para que el proceso analítico dé comienzo. Necesitamos que el sujeto hable de lo que ha interpretado acerca de aquello que lo hace sufrir (¿por qué me pasa esto?) o que hable de cómo no ha podido interpretarlo en absoluto.

Si el sujeto tiene una interpretación sobre los hechos de su biografía a menudo esta interpretación es inconsciente, es decir, está en potencia. Es aquí donde entran en juego la transferencia y la interpretación. La interpretación es creacionista en la medida en que permite al sujeto darse cuenta de aquello que estaba en potencia en su decir. Respecto a la transferencia, la posición de Lacan dentro del movimiento analítico, dice Laurent, fue original, ya que, para él, el amor al analista no designa un proceso afectivo sino un proceso cognitivo, un amor epistémico que se deduce de la suposición de saber. Si uno ama al analista apuesta a que hay un saber en el Otro simbólico que que el analista encarna, que puede ayudarlo a sentirse mejor.

Las entrevistas preliminares son importantes

¿Cómo apuntar a eso de lo que el sujeto no sabe que sabe? El analista debe estar entrenado para ocupar el lugar del Otro de los significantes y salir del lugar imaginario, que es el del sentido común, por ejemplo, o el de los caminos que no llevan a ninguna parte. La entrada en análisis es el pasaje del estatuto imaginario de la palabra a su estatuto simbólico. Es ahí que las entrevistas preliminares son importantes. Hay que apostar por ese espacio donde el paciente puede hacer la experiencia de la eficacia simbólica, del poder que las palabras recibidas han tenido sobre su cuerpo y su existencia. El sujeto al entrar en análisis hace la experiencia del poder de la palabra, no la del poder del analista.

La maquinaria analítica es un aparato de producción de ficciones. Empezamos haciendo resonar lo que leemos en los dichos del paciente y eso produce algo, la suposición de un saber en el Otro respecto a mi sufrimiento. Y con suerte, produce también un deseo de seguir dirigiéndome al analista que toma nota de mis interpretaciones y se las arregla para no dejarme encerrado en ellas y producir cada vez un movimiento de ir más allá.

Dice Eric Laurent en La interpretacion ordinaria que la interpretación no es una lengua suplementaria. Es algo a partir de lo cual el sujeto puede reconocer lo que le era ajeno como formando parte de él. La interpretación no es traducir un mensaje de una lengua a otra sino más bien traducir al sujeto en su propio texto, llevarlo a escuchar las palabras mediante las cuales se apoderó del lenguaje común para transcribir sus experiencias singulares. Se trata de llevar al sujeto a apropiarse de ellas y a hacerse cargo del goce/sufrimiento que esas palabras han producido.