LAS PESADILLAS INFANTILES: EL CASO PIGGLE A LA LUZ DE LACAN

Abordamos el caso Gabrielle («Psicoanálisis de una niña pequeña: the Piggle») publicado por D. Winnicott desde las herramientas que nos proporciona la enseñanza de Jacques Lacan. Se trata de una niña que sufre pesadillas y angustia a raíz del nacimiento de una hermanita. A lo largo de un tratamiento atípico, la niña va haciéndose con las herramientas para simbolizar el enigma angustiante que la llegada del nuevo bebé hace surgir.

Winnicott fue un pediatra y psicoanalista británico que ejerció durante 40 años en el Hospital de Paddington. Durante la SGM se ocupó de los niños evacuados. Alcanzó un gran prestigio por sus conferencias dirigidas al gran público, que difundían los conocimientos  psicoanalíticos mediante un lenguaje simple. Era popular su confianza en los recursos espontáneos de la familia para encontrar soluciones a los conflictos de los niños, prefiriendo siempre apoyar a los padres en su responsabilidad. Su forma de trabajar siempre estuvo caracterizada por la adaptación a las necesidades del paciente, fuera de los rígidos encuadres habituales en los analistas de su tiempo.

Clase del 12 de enero de 2023 en el Departamento de Psicopatología del NUCEP

Lacan en sus 10 primeros seminarios avanza en su enseñanza en debate con los analistas de su tiempo, los llamados post-freudianos. En los años 50 los psicoanalistas se extraviaban en interpretaciones llenas de fantasías imaginarias, especialmente en el psicoanálisis con niños. Lacan llega con una nueva orientación que parte del estructuralismo: que las formaciones del inconsciente estaban estructuradas como un lenguaje. “Psicoanálisis de una niña pequeña (the Piggle)” es un trabajo que Donald Winnicott lleva a cabo entre 1964 y 1966, sobre una niña que sufre pesadillas y angustia a raíz del nacimiento de una hermanita. Nos sirve en esta ocasión para pensar este pasaje que Lacan propone a partir del trabajo de sus contemporáneos

Winnicott señala en su libro “Realidad y juego” que Melanie Klein solo se interesó por el juego en razón de su utilidad. Para él en cambio el juego es una terapia en sí mismo. Fue él quien profundizó en la posibilidad que tiene el sujeto de escapar a la monotonía de una vida adaptada y convertirse en actor en un mundo en el que la creación es la propia vida.

Lo que le interesa a Winnicott es conectar con el conflicto por el cual el niño ha llegado a la consulta con un analista. Esto le puede brindar al niño la posibilidad de conectarse con el punto en el que quedó detenido para que la vida misma pueda seguir ayudándolo. La conclusión de la sesión para él no la marca el reloj, sino el que haya ocurrido algo importante que marca una diferencia. La entrevista winnicottiana no apuntaba a la desaparición del síntoma sino a tocar algún punto de la vida fantasmática del niño, apostando a la recomposición psíquica espontánea. Se trataba, pues, de establecer un puente con el inconsciente, lo cual de por sí suponía un efecto terapéutico.

Winnicott nos interesa especialmente por sus conceptos de madre suficientemente buena (aquella capaz de adaptarse a las necesidades de su hijo en cada momento madurativo) y de objeto transicional. Lacan lo valoraba mucho, manteniendo con él una conversación fluida y mencionándolo en varios de sus seminarios. Lacan va a inspirarse en Winnicott para elaborar lo que llama su única invención: el objeto a.

La noción de objeto transicional es introducida por Winnicott en su artículo  ”Objetos y fenómenos transicionales”, de 1951. Más tarde escribirá el libro “Realidad y Juego” donde amplía su idea, que fue bien recibida por la comunidad analítica de su época. Es Lacan, sin embargo, quien capta en este aporte la introducción de una nueva topología para dar cuenta de lo esencial de la naturaleza humana.

Winnicott observa la importancia de determinados objetos (el osito de peluche, un trapito etc., puede ser también un sonido que el niño se arrulla) que tienen la cualidad de permitir al niño tolerar la ausencia de la madre. De algún modo ese objeto la representa a ella en el momento de la transición entre el estado de fusión primaria a un momento en que pueden percibirla como separada de sí mismos. Ese objeto es la primera posesión “no-yo” del niño, un objeto material que anima a vincularse con el mundo exterior mientras permite renunciar a la presencia constante de la madre porque de algún modo se convierte en un símbolo de esta. No es un objeto interno como es el objeto kleininano. Tampoco se trata de un objeto exterior, en la medida en que supone algo que aporta al niño la ilusión de que las cosas que el crea ilusoriamente existen realmente.

Con su idea de un objeto en el espacio de la ilusión y del jugar, ese objeto entre el niño y la madre que permite al niño representarse y soportar la ausencia de ésta, Winnicott hace un aporte fundamental. Se trata de un espacio tercero, paradójico, ni interno ni externo, donde encuentra su lugar lo más propiamente humano que posibilita el surgimiento del sujeto y el ingreso al orden simbólico.

Finalmente, todos los objetos con los que el niño juega son objetos transicionales que le sirven al niño para ir asimilando la ausencia de la madre. Se trata en último término, para lacan, de hacer operativa la noción fundamental de la falta de objeto en la constitución de la subjetividad.