EL TRASTORNO DE ESTRÉS POSTRAUMÁTICO PENSADO DESDE EL PSICOANÁLISIS

En este momento de la civilización occidental las nociones de trauma y de víctima se extienden de manera particularmente intensa. La idea común es que tras un trauma hay que hacer hablar al sujeto, dar sentido a lo que ha ocurrido, ponerle un nombre. Desde el psicoanálisis, que es una práctica de la palabra, podemos advertir sin embargo acerca de ciertas precauciones frente al empuje a hablar.

Cuando sucede un hecho traumático frecuentemente los puntos de referencia del sujeto se tambalean, y en su lugar puede emerger una identificación diferente, una forma de nombrarse y representarse como víctima. De cómo maniobremos depende que podamos evitar «atornillar» a la persona a ese lugar de víctima y convertir lo que fue una contingencia en un destino funesto.

Hay que tener en cuenta que el hecho de hacer hablar, contar una y otra vez lo sucedido a la víctima, por ejemplo en las diferentes fases de la instrucción de un caso penal, puede dar lugar, no solo a un redoblamiento del trauma que no ha podido aún ser elaborado, sino que puede tener como efecto la elimina­ción de la forma singular de elaborar ese trauma, porque se pide un relato «estandarizado» de los hechos supuestamente objetivos que no llama a las significaciones que el sujeto le puede dar en función de cómo lo haya golpeado a él particularmente y que le  conectan con su historia y su modo de enfrentar las cosas.

Conviene recordar que la elaboración de un trauma requiere de un tiempo particular para cada uno, por lo que el respeto al deseo de no hablar se hace también necesario. Una persona puede rechazar hablar en ese momento por buenos motivos. También puede querer hablar y hay que dejar el espacio para que lo haga, pero el momento inmediato al acontecimiento traumático no es quizá el más adecuado y cierta contención, cierto corte pueden ayudar a encontrar algo de tranquilidad. El tratamiento posterior apuntará a una reorganización subjetiva, un nuevo anudamiento de los elementos que sostienen la existencia del sujeto.

El llamado Trastorno de Estrés Postraumático

Las manifestaciones clínicas que pueden aparecer tras un hecho traumático son diversas, y van desde las reacciones inmediatas a la situación: angustia, insomnio etc, a un aparente estado asintomático que puede durar de algunos días a varios años. Esta ausencia de respuesta puede ser signo de que se ha encontrado un modo eficaz de enfrentar el carácter violento del traumatismo o puede ser un síntoma de que ningún trabajo psíquico ha podido realizarse.

El modo de enfrentarse a un trauma sufrido es muy variable: refugiarse en un grupo formado en torno al trauma sufrido, identificarse a la figura de la víctima, sostenerse en el deseo de venganza, consagrarse a una causa que toma el lugar del Ideal, dar testimonio una y otra vez para que no se olvide lo sufrido o realizar una actividad sublimatoria.

El trauma puede reactualizarse por circunstancias que lo traen a primer plano de nuevo. Un adulto abusado en su infancia puede sufrir un desencadenamiento de síntomas cuando de adulto va a contraer matrimonio o al tener un hijo. Incluso es posible que recuerde en ese momento hechos que tenía totalmente olvidados.

La muerte de alguien cercano, una separación, la caída de un ideal en el que el sujeto se sostenía, un juicio, un peritaje o incluso sucesos aparentemente felices como matrimonios o nacimientos pueden dar lugar a un desencadenamiento de los síntomas ligados al acontecimiento traumático olvidado.

El manual estadístico DSM-IV clasifica los síntomas del llamado Trastorno de Estrés Postraumático en cuatro grupos:

  1. una repetición del acontecimiento traumático, bien en forma de sueños de angustia, de pensamientos obsesivos y rumiaciones incontrolables y rituales más o menos absurdos, tics y movimientos incontrolables y/o estallidos de odio aparentemente inmotivados.
  2. Evitar lugares, actividades o personas que te recuerden el hecho traumático.
  3. Pensamientos negativos acerca de ti mismo o de los otros, desesperanza acerca del futuro, Problemas de memoria, incluso no recordar aspectos importantes del hecho traumático, Dificultad en mantener relaciones cercanas, Sentirse distante de los familiares y amigos, Falta de interés en las actividades que antes te gustaban, insensibilidad emocional.
  4. También el estado de hipervigilancia y alerta permanente, el sobresaltarse fácilmente son típicos de este estado, así como la disociación, donde el sujeto olvida periodos enteros de su vida y parece estar fuera de si mismo ante las situaciones que le resultan abrumadoras. Fenómenos de despersonalización, incluso de dismorfofobia son comunes: la persona puede sentirse extraña a su cuerpo.

El problema es que desde la psiquiatría esto se toma prácticamente como un trastorno somático y a la persona solo le queda ocupar el lugar de víctima que se le ha sido asignado,cuando lo que realmente podría sacarlo de su sufrimiento es trabajar sobre la respuesta subjetiva que ha dado, de manera generalmente inconsciente, al hecho traumático. Este es el eje fundamental.

La respuesta que el psicoanálisis va a dar a esta situación va a ser distinta a los dispositivos de palabra habituales, porque desde el psicoanálisis podemos asegurar que no es posible saber de antemano qué efecto va a tener un acontecimiento. Lo que ocurrirá es que la situación traumática va a apelar a los significantes fundamentales que orientan la vida del sujeto, que son particulares. No en todos el hecho va a percutir de la misma manera, como se observa en catástrofes que afectan a toda una población, abusos a varios hijos de una misma familia etc…

El psicoanálisis propone a la víctima una escucha que no esté formateada previamente, que no aplaste la singularidad de lo que haya podido surgir más allá de la inclusión de la víctima en un colectivo, porque el riesgo de esta inclusión es condenar a la persona a una repetición eterna de su sufrimiento.

La tendencia de las víctimas a agruparse

El psicoanalista Guy Briole (1), que ha trabajado ampiamente la cuestión del trauma, explica que las víctimas de acontecimientos traumáticos que afectan a varias personas tienen tendencia a reagruparse. Uno no puede separarse fácilmente del objeto traumático. Esta experiencia común que se comparte con otros produce un deseo muy fuerte de estar juntos. Los que han padecido un trauma idéntico (una catástrofe natural, un atentado, un accidente de avión o tren, o los que han padecido violencias, sexuales o no, por parte de otros) han vivido algo que hasta cierto punto los separa de los que no han vivido esa situación.

Algunas veces se tiende a hablar en el lugar de las víctimas, a explicar lo que deben sentir. A la víctima se le ofrece una reparación y un tratamiento pret-a-porter y , a pesar de que generan una fascinación morbosa por el horror de lo que han vivido, no siempre se quiere escuchar lo que tiene que decir en nombre propio, que tal vez no concuerde con la idea colectiva.

En este sentido es muy interesante la técnica del debriefing, iniciada por los militares norteamericanos durante la Segunda Guerra Mundial con los combatientes que regresaban y el objetivo de evitar la aparición del TEPT. La consigna era hablar y abrirse, suponiendo que eso en si mismo será terapéutico. Para los psicoanalistas, sin embargo, usando la expresión de Guy Briole, “el sujeto no es soluble en lo colectivo”. La aplicación que desde el psicoanálisis se puede hacer de esta técnica de trabajo con grupos de traumatizados por una misma experiencia consiste en trabajar con dos objetivos: sacar al grupo de su aislamiento como grupo y desprender al sujeto del grupo. Se trata de dar a cada uno la posibilidad de tomar la palabra respecto a la experiencia atravesada, pero haciéndose cargo de la responsabilidad en su modo de responder a lo vivido. Lo que ha sido vivido en común se desanuda en común, se deshace progresivamente la idea de haber vivido todos lo mismo de forma que cada uno pueda despegarse de los ideales del grupo y progresar individualmente. Orientar a cada uno en función de su decir hacia la localización de su posición subjetiva en el momento de los hechos ayuda a liberarse de la fascinación ejercida por el traumatismo que fuerza a volver una y otra vez a lo mismo.

Este es en realidad el trabajo que se hace en cualquier experiencia de psicoanálisis, donde se trata de que uno pueda encontrar su forma de separarse de la condición de víctima y se haga cargo de su posición subjetiva frente al trauma, lo que conferirá un margen de maniobra en su vida mucho más amplio y menos limitado.

 

(1)  Nº 7 de la revista El Psicoanálisis, titulada «Trazos traumáticos».

 

 

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