LA DIFICULTAD EN LA RELACIÓN MADRE-HIJA

La relación entre madres e hijas a menudo es complicada y supone una dificultad particular en la separación. Lo que en principio pudo ser una relación de gran proximidad al llegar la hija a la pubertad puede dar paso a una relación de rivalidad en ambos sentidos, o bien teñirse de un odio intenso ligado a una dificultad de separarse. El psicoanálisis se ha ocupado mucho de esta dificultad de la relación madre hija.

Nada es más feroz que el amor de una madre, entre la máxima ternura y la devoración más espantosa. Lacan acuña el concepto de estrago en la relación de algunas madres con sus hijas. Lacan dirá (1) que la madre es un cocodrilo con la boca abierta, y nunca se sabe qué mosca le va a picar y hacer que cierre súbitamente la boca. Hace falta un operador que nos proteja del peligro de ser devorados por la madre, en un sentido psíquico.

La dificultad de separarse de la madre

En su novela “Apegos feroces”, Vivian Gornik describe su relación con su madre en los términos siguientes, la cito “Por mucho que procurase diferenciarme de ella, parecía que siempre acababa como mamá, echada en el sofá con la mirada perdida”. La madre, viuda, no puede separarse de la idealización del marido perdido. La hija conoce un secreto concerniente a la relación de su padre con una vecina, Nettie, que encarna la mujer sensual y opuesta a su madre.

La novela Apegos feroces da cuenta de la dificultad de una hija para separarse de su madre sumida en un duelo infinito

Lacan dirá que la separación de la niña respecto del Otro materno se complica porque la niña espera de la madre algo más que del padre: un saber sobre su ser femenino. Saber este que,por razones lógicas que exceden el propósito de este artículo, la madre no puede darle. Ella no puede enseñarle más que el modo en que se embrolló con eso que no tiene una escritura lógica, que cada mujer debe inventar.

Para Lacan las mujeres son inclasificables, cada una de ellas es una excepción. Es por eso que de forma imaginaria una mujer puede creer que otra mujer posee el misterio exquisito de la verdadera feminidad (2).

La opacidad del deseo de la madre

La novela “Nada se opone a la noche” de Delphine de Vigan es una ficción sobre la experiencia de una mujer cuya madre, perdida en los abismos de la locura, deja a su hija confrontada a un enigma de lo femenino tan opaco que la sume en el desamparo. Tras el suicidio de su madre, de Vigan emprende la tarea de comprender quien fue su madre y las huellas que ha dejado en ella. Huellas de una angustia producida por esta madre que la amaba al tiempo que la abandonaba para huir hacia su delirio, que la llevaron a una anorexia que narra en su libro «Días sin hambre».

En «Nada se opone a la noche» la autora hace una investigación de la infancia de su madre tratando de cernir los contornos del dolor que la aquejaba, convertido también en su propio dolor. Dolor de existir que tiende a abolir el deseo de vivir, una opacidad angustiante por su infinitud. ¿Cómo ser la hija de una mujer que desaparece como sujeto? ¿Cómo dar un sentido a la feminidad cuando la propia madre está perdida en un delirio insensato?

El acto de escribir y no retroceder ante el enigma se convierte aquí en un impulso ético que permite franquear la angustia. “Escribir la madre” es el modo en que la hija logra operar una separación entre la marca materna y su propio ser, de hacer pasar al lenguaje lo que era un capítulo censurado de su historia, de explorar el contorno de la mancha que no se borra (3).

De madre a hija no solo se transmiten roles de género, se trata sobre todo de otra cosa que viene a incrustarse en la carne, de un fardo del que es difícil desprenderse, de una especie de fascinación mortífera. Un tratamiento orientado por el psicoanálisis puede ayudar a localizar las huellas de la madre en la hija y tomar distancia de ellas.

  • “El atolondradicho”. Lacan, Jacques.
  • “Dolor de la feminidad, entre el ser y la existencia”. Esthela Solano-Suárez.
  • “L’être et le genre”. Clotilde Leguil

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